“Me da gusto que la destrozaste, que la hiciste pedazos, que la dejaste hecha trizas, que gracias a ti aprendió que la lluvia es la única manera de reverdecerse, y ella, ella es una tormenta jodidamente preciosa.
Y lo hizo, un día se levantó, cansada de que le doliera el pecho y empezó a coserse parte por parte, sus pétalos volvieron uno a uno, la primavera se posó en su sonrisa y los pajaritos regresaron para cantar en las dulces notas de su risa.
Me da gusto que logró salir del fondo del abismo, que no le quedó de otra en la oscuridad más que brillar como una estrella, y comenzó a bailar, hasta olvidarse de las tristezas.
Y se puso guapa, tan guapa que recordó que era tanto valiente, como guerrera, que en su andar entonces se miró al espejo y todas las luces rotas volvieron a encenderse.
Te la perdiste, no supiste manejar una galaxia por perseguir estrellas fugaces, por eso me da gusto que la abandonaste, que te fuiste sin más, que saliste corriendo como un cobarde, que te diste cuenta que era demasiada mujer para ti, por eso la soltaste”.
Me da gusto.
-Emmanuel Zavala
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