En la intimidad de un abrazo donde dos corazones laten al unísono, se revela la verdad del amor. No es solo un encuentro de cuerpos, sino un entrelazamiento de almas que se reconocen y se honran mutuamente. Cuando un hombre yace junto a la mujer que ama con todo su ser, hay un fenómeno místico que trasciende lo físico: la sangre no se precipita con urgencia hacia la pasión carnal, sino que fluye con reverencia hacia el corazón. Y ella, la mujer amada, lo percibe en la cadencia de su respiración, en la profundidad de su mirada, en la ternura de sus caricias.
En la quietud de las sábanas, donde el tiempo parece detenerse, un hombre que ama genuinamente no busca la prisa de los deseos efímeros. Antes de desvelar la piel, busca ddescubriry abrazar el alma. Abrazarla es su primer anhelo, sentir su esencia, proteger su espíritu. Las palabras sobran cuando los ojos hablan, cuando el silencio se convierte en el lenguaje del afecto. Un beso en la frente, una caricia en el cabello, son suficientes para adorar la belleza de su ser, sosteniendo su mirada como quien contempla el amanecer de una nueva era.
El amor verdadero no busca simplemente compartir una cama, sino compartir la vida en su totalidad. No se trata de poseer, sino de acompañar. Recordemos siempre la distinción: el hombre que ama desea fundirse en la mirada de su amada, habitar en su piel y despertar con la luz que emana de su presencia, llevando consigo la esencia de su esencia durante todo el día.
Al compartir la almohada, el rostro de la mujer amada se convierte en el lienzo donde se pintan los sueños y las esperanzas. La pasión no se limita a un instante de arrebato, sino que se transforma en una danza delicada de caricias y susurros que perduran a través de la noche. Un beso, un 'te amo' susurrado, es la melodía que compone la sinfonía del amor.
Porque cuando un hombre ama de verdad, no se trata de hacer sentir a la mujer especial, sino de hacerla sentir única, irrepetible, la única protagonista de una historia que se escribe con cada latido, con cada gesto de devoción.
Nelson Enrique Zamora
Psicoterapeuta
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