« No permitas que la ira, los rencores y el odio
ensombrezcan la mejor versión de ti.
No permitas que la rutina anule tu capacidad de admiración y dejes de encontrar lo positivo en cada persona y situación.
No permitas que el miedo a la soledad te mantenga atado a una convivencia malsana, en cambio, que la soledad sea un tiempo de recuperar, descubrir y madurar.
No permitas que la apatía e insensibilidad te hagan cruel.
No permitas que la culpa te vista de tristeza y robe tu paz. Aprovecha que ya sabes cuál es el camino incorrecto, cambia, corrige y continúa.
No permitas que la impaciencia te haga correr queriendo acelerar los tiempos, olvidando disfrutar del camino, llevandote a traicionar tus ideales y abandonar tus metas.
No permitas que la envidia y la vanidad te arrebaten la humildad, deshidraten tu confianza y dejes de creer en ti.
No permitas que la decidía y los pretextos te hagan olvidar que el tiempo no descansa, que la vida es tan leve como un suspiro. Que cada segundo es nuestra mayor riqueza. Que no olvides que tú y los que amas no son eternos.
No te adaptes a lo deficiente, a lo dañino que evapora tu esencia. No insistas edificar entre la aridez. Emigra hacia praderas frescas, junto a corrientes de agua donde calmes tu sed, donde el árbol reverdezca y comparta de su fruto.
Busca contagiarte ... del amor que vivifica, de la fe que impulsa, de la bondad que conforta y del perdón que rehabilita».
Autora: Marcela J. Villalón
TEXTO Y FOTO WEB