Porque entendí que el amor no se elige, llega cuando menos lo esperas y arrasa la vida tal cual la conocías, cual si fuese un huracán tira todas tus estanterías y pone a temblar el alma, que no viene con garantías, pero el riesgo mas grande es no correr los riesgos.
Entendí que la mayor prisión es callar lo que sentimos, que lo que no decimos nos ahoga un poco más cada día, que el silencio es a veces un grito mudo del alma aprisionada, que callar nos apaga, nos mata poco a poco.
Entendí que quienes me aman no me juzgarán, quizás no me entiendan y crean que estoy un poco loca, pero me aman tal cual soy. Y que si me juzgan en realidad no me aman a mí, aman la imagen que ellos se han creado de persona.
Entendí que no hay coincidencias, no existe la casualidad, que todo es causalidad, cada instante de la vida es un eslabón conectado con el siguiente en la cadena de la vida, que todo tiene un porqué y un para qué, nada esta sujeto al azar, y te lleva a donde debes ir.
Entendí que el miedo es una enfermedad, algo así como una paralisis que te impide llegar a destino, que te obliga a ver la vida pasar. Que el miedo ciega, engaña, te venda los ojos, te corta las alas.
Entendí que la verdad puede doler, pero dolerá una vez, la mentira en cambio dolerá cada vez que la recuerdes; que cuesta mucho trabajo mantener una mentira y que una mentira tiene de rehén a quien la dice.
Entendí que los sueños están para cumplirlos, que obstáculos se saltan si no perdemos de vista el objetivo. Que mas vale intentarlo y fracasar que no haberlo intentado nunca, que si no lo intentas no sabrás nunca de lo que eres capaz.
En fin... entendí que para vivir no alcanza con existir, hay que ir más allá de lo previsto. Para vivir hay que arriesgar las alas.
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